
sábado, 26 de enero de 2008
La filosofia del tiempo
perder el tiempo?
No es lo mismo el "tiempo" indio, chino u occidental, como no es el mismo concepto de espacio en todas esas culturas: los mil años de cultura india, por ejemplo, que transcurren desde los Vedas hasta Buda nos producen el efecto de los movimientos que hace un hombre durmiendo. Desde este modo de percibir el tiempo hasta el de percibirlo hoy, hay tanta distancia como desde el planeta tierra hasta Alfa de Centauro, la estrella más próxima, a 4,2 años luz. Siempre me ha obsesionado la obsesión de la civilización occidental -y de otras culturas que acaban contaminadas- por el tiempo cronológico; una obsesión del tiempo contra el tiempo, por el ganar tiempo y por darle al tiempo continuas dentelladas. No le encuentro ningún sentido. Coches y aviones cada vez más rápidos, trenes de alta velocidad, aparatos más veloces para todo, desde el microondas que abrevia el asado para convertirlo en cocido, hasta el procesador de ordenador o el dispositivo para conectarnos con mayor rapidez a Internet... Esta sociedad no hace más que fabricar ansiosos.
Pero por otro lado, qué poco tiempo ”real” dedicamos a los demás y qué poco nos dedicamos a nosotros, a nuestra consciencia, al reflexionar. Y qué decir del meditar, un casi ridículo protocolo que sólo con la liturgia de libros de autoayuda o del psicólogo o del orientalista de turno nos animamos a afrontar. Como si fuéramos unos mutilados -que lo somos- de la psique... Hacer cuantas más cosas mejor aunque todas estén mal hechas o incompletas, o bien sin enterarnos de que "ocurren", es el desafío. ¿Se trata de desplazarse más rápido, de ir en todo contra el tiempo, de ganar tiempo para perderlo, de vivir más deprisa hasta la náusea y el vértigo? ¿por qué? ¿para qué?¿Para qué llegar tan pronto? ¿para qué "ganar" tiempo?, ¿para despilfarrarlo miserablemente luego? ¿para hacer lo mismo, para repetir en otro lugar lo que acabamos de decir o hacer en éste; a menudo nada? ¿Es más placentero visitar un museo entero durante una hora sin "ver" nada y sin que cale nada de lo visto porque no hay tiempo material para asimilar nada, que detenerse en una sola sala para recrearnos con media docena de cuadros en esa misma y única hora?
Ganar tiempo ¿no es casi siempre perderlo y perderse en un seguro aturdimiento?
Hasta esta locura del siglo por "ganar tiempo" y por no perderlo, en la cadencia y en la atmósfera solemne del tránsito estuvo buena parte de la felicidad y del plácido desenvolvimiento de la vida durante miles de años. No se entiende. No se comprende más que por la frenopatía, que el tiempo cronológico se haya convertido en un mal aunque sólo sea porque el fin del hombre sobre la tierra ha terminado siendo: "matarlo", matar el tiempo. ¿Que clase de oro es el tiempo que consiste en no percibir su paso, que nos impide disfrutarlo empañado por velos interpuestos unas veces por otros y otras por nosotros mismos? Carpe diem, disfrutar de cada día, del momento, es una filosofía de vida muy actual, pero también una faena titánica en los tiempos que vivimos, pues todo se concita contra la degustación de cada momento apremiados por las prisas.
Vivimos lo que vivimos y administrar cualquier caudal (y la vida es el principal) es un arte, una aptitud en la que los planes de enseñanza de todos los países debieran hacer hincapié. No habría mejor plan que ése pensado para contrarrestar las desmesuras que tantos focos de presión psicológica juntos a lo largo del día nos impiden percatarnos de que vivimos, de que la consciencia de cada segundo, heideggeraniamente, es una manera de vivir absoluta, y no lo es vivir enajenados en atascos de tráfico permanentes, (después de darnos cuenta de que nos hemos pasado la vida en un sitio deseando con angustia estar en otro): ¿para qué habré ido tan deprisa, cómo me he dejado arrastrar por el vértigo, para qué me habré empeñado en ganar el tiempo si no he hecho otra cosa que perderlo, ir contra el tiempo, no enterándome de que he vivido, ni he paladeado la vida acuciado por ir a todas partes más y más deprisa... para pararme en seco cada día por un embotellamiento de tráfico tras otro?
Autor: Jaimes Richer
No es lo mismo el "tiempo" indio, chino u occidental, como no es el mismo concepto de espacio en todas esas culturas: los mil años de cultura india, por ejemplo, que transcurren desde los Vedas hasta Buda nos producen el efecto de los movimientos que hace un hombre durmiendo. Desde este modo de percibir el tiempo hasta el de percibirlo hoy, hay tanta distancia como desde el planeta tierra hasta Alfa de Centauro, la estrella más próxima, a 4,2 años luz. Siempre me ha obsesionado la obsesión de la civilización occidental -y de otras culturas que acaban contaminadas- por el tiempo cronológico; una obsesión del tiempo contra el tiempo, por el ganar tiempo y por darle al tiempo continuas dentelladas. No le encuentro ningún sentido. Coches y aviones cada vez más rápidos, trenes de alta velocidad, aparatos más veloces para todo, desde el microondas que abrevia el asado para convertirlo en cocido, hasta el procesador de ordenador o el dispositivo para conectarnos con mayor rapidez a Internet... Esta sociedad no hace más que fabricar ansiosos.
Pero por otro lado, qué poco tiempo ”real” dedicamos a los demás y qué poco nos dedicamos a nosotros, a nuestra consciencia, al reflexionar. Y qué decir del meditar, un casi ridículo protocolo que sólo con la liturgia de libros de autoayuda o del psicólogo o del orientalista de turno nos animamos a afrontar. Como si fuéramos unos mutilados -que lo somos- de la psique... Hacer cuantas más cosas mejor aunque todas estén mal hechas o incompletas, o bien sin enterarnos de que "ocurren", es el desafío. ¿Se trata de desplazarse más rápido, de ir en todo contra el tiempo, de ganar tiempo para perderlo, de vivir más deprisa hasta la náusea y el vértigo? ¿por qué? ¿para qué?¿Para qué llegar tan pronto? ¿para qué "ganar" tiempo?, ¿para despilfarrarlo miserablemente luego? ¿para hacer lo mismo, para repetir en otro lugar lo que acabamos de decir o hacer en éste; a menudo nada? ¿Es más placentero visitar un museo entero durante una hora sin "ver" nada y sin que cale nada de lo visto porque no hay tiempo material para asimilar nada, que detenerse en una sola sala para recrearnos con media docena de cuadros en esa misma y única hora?
Ganar tiempo ¿no es casi siempre perderlo y perderse en un seguro aturdimiento?
Hasta esta locura del siglo por "ganar tiempo" y por no perderlo, en la cadencia y en la atmósfera solemne del tránsito estuvo buena parte de la felicidad y del plácido desenvolvimiento de la vida durante miles de años. No se entiende. No se comprende más que por la frenopatía, que el tiempo cronológico se haya convertido en un mal aunque sólo sea porque el fin del hombre sobre la tierra ha terminado siendo: "matarlo", matar el tiempo. ¿Que clase de oro es el tiempo que consiste en no percibir su paso, que nos impide disfrutarlo empañado por velos interpuestos unas veces por otros y otras por nosotros mismos? Carpe diem, disfrutar de cada día, del momento, es una filosofía de vida muy actual, pero también una faena titánica en los tiempos que vivimos, pues todo se concita contra la degustación de cada momento apremiados por las prisas.
Vivimos lo que vivimos y administrar cualquier caudal (y la vida es el principal) es un arte, una aptitud en la que los planes de enseñanza de todos los países debieran hacer hincapié. No habría mejor plan que ése pensado para contrarrestar las desmesuras que tantos focos de presión psicológica juntos a lo largo del día nos impiden percatarnos de que vivimos, de que la consciencia de cada segundo, heideggeraniamente, es una manera de vivir absoluta, y no lo es vivir enajenados en atascos de tráfico permanentes, (después de darnos cuenta de que nos hemos pasado la vida en un sitio deseando con angustia estar en otro): ¿para qué habré ido tan deprisa, cómo me he dejado arrastrar por el vértigo, para qué me habré empeñado en ganar el tiempo si no he hecho otra cosa que perderlo, ir contra el tiempo, no enterándome de que he vivido, ni he paladeado la vida acuciado por ir a todas partes más y más deprisa... para pararme en seco cada día por un embotellamiento de tráfico tras otro?
Autor: Jaimes Richer
Suscribirse a:
Entradas (Atom)