jueves, 2 de abril de 2009

Free Image Hosting at www.ImageShack.us

QuickPost Quickpost this image to Myspace, Digg, Facebook, and others!

viernes, 22 de febrero de 2008

Marcha defendió autonomía universitaria
Boletín Presencia Universitaria - viernes, 22 de febrero de 2008

sábado, 26 de enero de 2008


La filosofia del tiempo

perder el tiempo?
No es lo mismo el "tiempo" indio, chino u occidental, como no es el mismo concepto de espacio en todas esas culturas: los mil años de cultura india, por ejemplo, que transcurren desde los Vedas hasta Buda nos producen el efecto de los movi­mientos que hace un hombre dur­miendo. Desde este modo de per­cibir el tiempo hasta el de percibirlo hoy, hay tanta distancia como desde el planeta tierra hasta Alfa de Centauro, la es­trella más próxima, a 4,2 años luz. Siempre me ha obsesionado la obsesión de la civilización occi­dental -y de otras culturas que acaban contaminadas- por el tiempo cronoló­gico; una obsesión del tiempo contra el tiempo, por el ganar tiempo y por darle al tiempo continuas dentelladas. No le encuentro ningún sentido. Coches y aviones cada vez más rápi­dos, trenes de alta velocidad, aparatos más veloces para todo, desde el microon­das que abrevia el asado para con­vertirlo en co­cido, hasta el proce­sador de ordenador o el dispositivo para conec­tarnos con mayor ra­pidez a Internet... Esta sociedad no hace más que fabricar ansiosos.
Pero por otro lado, qué poco tiempo ”real” dedicamos a los demás y qué poco nos dedicamos a nosotros, a nuestra consciencia, al re­flexionar. Y qué decir del meditar, un casi ridículo protocolo que sólo con la liturgia de li­bros de auto­ayuda o del psicólogo o del orienta­lista de turno nos animamos a afrontar. Como si fuéramos unos mu­tilados -que lo somos- de la psique... Hacer cuantas más cosas mejor aun­que to­das estén mal hechas o incompletas, o bien sin enterarnos de que "ocu­rren", es el desafío. ¿Se trata de desplazarse más rápido, de ir en todo co­ntra el tiempo, de ganar tiempo para perderlo, de vivir más de­prisa hasta la náusea y el vértigo? ¿por qué? ¿para qué?¿Para qué llegar tan pronto? ¿para qué "ganar" tiempo?, ¿para despilfarrarlo mise­rable­mente luego? ¿para hacer lo mismo, para repetir en otro lugar lo que acabamos de decir o hacer en éste; a menudo nada? ¿Es más pla­centero visitar un museo entero durante una hora sin "ver" nada y sin que cale nada de lo visto porque no hay tiempo mate­rial para asimilar nada, que detenerse en una sola sala para re­crearnos con media docena de cuadros en esa misma y única hora?
Ganar tiempo ¿no es casi siempre perderlo y perderse en un seguro aturdi­miento?
Hasta esta locura del siglo por "ganar tiempo" y por no perderlo, en la cadencia y en la atmósfera solemne del tránsito estuvo buena parte de la felicidad y del plácido desenvolvimiento de la vida du­rante mi­les de años. No se entiende. No se comprende más que por la frenopatía, que el tiempo cro­nológico se haya convertido en un mal aunque sólo sea porque el fin del hombre sobre la tierra ha ter­minado siendo: "matarlo", matar el tiempo. ¿Que clase de oro es el tiempo que consiste en no percibir su paso, que nos impide disfru­tarlo empañado por velos interpuestos unas veces por otros y otras por nosotros mismos? Carpe diem, disfrutar de cada día, del mo­mento, es una filosofía de vida muy actual, pero también una faena titánica en los tiempos que vivimos, pues todo se concita contra la degustación de cada momento apremiados por las prisas.
Vivimos lo que vivimos y administrar cualquier caudal (y la vida es el principal) es un arte, una aptitud en la que los pla­nes de ense­ñanza de todos los países debieran hacer hincapié. No habría mejor plan que ése pensado para contrarrestar las desmesu­ras que tantos focos de presión psicológica juntos a lo largo del día nos impiden percatarnos de que vi­vimos, de que la consciencia de cada se­gundo, heideggeraniamente, es una manera de vivir absoluta, y no lo es vivir enaje­nados en atas­cos de tráfico permanentes, (después de dar­nos cuenta de que nos hemos pasado la vida en un sitio deseando con angustia estar en otro): ¿para qué habré ido tan deprisa, cómo me he dejado arrastrar por el vértigo, para qué me habré em­peñado en ganar el tiempo si no he hecho otra cosa que perderlo, ir co­ntra el tiempo, no enterándome de que he vivido, ni he pa­la­deado la vida acuciado por ir a todas partes más y más deprisa... para pa­rarme en seco cada día por un embote­lla­miento de tráfico tras otro?

Autor: Jaimes Richer